El pasado viernes 28 de noviembre se revisó en clase el
capítulo 12 del TestoYONQUI, escrito por Beatriz Preciado. A lo largo de este
capítulo ella habla de cómo la identidad (primordialmente el género) se ve
atravesada por la colectividad, por lo político, pero también por los placeres
e inquietudes. Todo esto expresado mediante el cuerpo, sus prácticas y sus
modificaciones, que a su vez tiene repercusiones en el orden social.
La propuesta de Beatriz Preciado va dirigida hacia la manera
en que los cuerpos “están configurados” por esta identidad binaria de género
que desde su invención vino a generar implicaciones de desigualdad entre los
cuerpos; y cómo romper con esta configuración, abandonando aquello para lo que
farmacopornográficamente hemos sido programadxs. Ella habla de la apropiación
del propio cuerpo como acción micropolítica, resignificándolo y modificándolo a
placer propio.
La identidad y la micropolítica son conceptos que no pueden ser separados, y es que es ahí
donde por medio de la identidad y del cuerpo, la persona va haciendo prácticas
que tienen lugar en lo político. Se habló en clase pues, que una de las formas
en las que se llega a generar micropolíticas es identificando en nosotrxs las
vulnerabilidades, las cuales nos identifican socialmente y en comunidad. Partiendo de esta vulnerabilidad, es como se pueden llevar las acciones a lo
político. Un ejemplo claro es la tarea del
cuidado del otro, otorgada automáticamente al género femenino.
Es un hecho
que desde la infancia hemos sido educadas para cuidar de lxs otrxs y muchas
veces es difícil reconocer las implicaciones que esto tiene. Es por ello que se
propone que una vez que podamos reconocer desde lo común nuestras vulnerabilidades, es que podemos actuar.
Las mujeres quizá podemos empezar a cuestionar acerca de
nuestra tarea impuesta y reproducida, pero ¿y los hombres? ¿de qué manera se
ven afectados? El cuidado como acto micropolítico es una estrategia también
masculina, donde pueden adentrarse en la esfera doméstica, reconociendo la
vulnerabilidad de los cuerpos a los que se les otorga esta labor. Partimos que de la idea que desde la
colectividad se pueden generar acciones de justicia, más que de celebración, donde
pueda existir una corresponsabilidad, verdaderas relaciones de colaboración.
Sólo así es que se puede desestructurar y reconfigurar (si es que se quiere) esta organización de los cuerpos y del género que responde a favor del sistema patriarcal-capitalista-farmacopornográfico.
No es por amor, es por higiene; no es por bondad, es por
justicia.
“Abogo por la creación de una nueva práctica en que en lugar
de entender la disidencia de género como patología psicológica, entienda la
normalización y sus efectos como patologías políticas.”
–Beatriz Preciado
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