El 26 de septiembre del presente año, hace dos meses
exactamente, fueron los hechos ocurridos en Guerrero en el que 43 estudiantes
normalistas fueron desaparecidos. Al pasar de los días, y ante la poca
aclaración y la responsabilidad flotante que se ha presentado en nuestro país
ante este caso y los otros miles y miles casos más, la impotencia y la
indignación han ido aumentando y la voz del pueblo se ha ido alzando. Más
personas se han empezado a movilizar, menos personas se encuentran
indiferentes, hay opiniones que chocan, pero ya no se está guardando silencio.
En las redes sociales se comenta sobre la situación, que se debe o puede hacer,
expresiones de dolor, la duda y el enojo. Los distintos tipos de movimientos
sociales y estudiantiles se han organizado y realizado, marchas y paros
nacionales.
El 5 de noviembre, como ya se ha mencionado por otros
compañeros en este blog, se realizó un paro activo en ITESO. La respuesta de
estudiantes fue gratamente sorprendente. Se ofrecieron espacios de expresión y
del diálogo en los cuales las personas que asistían a ellos compartían
opiniones e inquietudes que la situación de los 43 normalistas desaparecidos habían traído a flote.
Personalmente quiero compartir una de mis experiencias
dentro de este paro activo. El 5 de noviembre ya tenía planeado asistir a
varías de las conferencias y espacios de diálogo que se iban a ofrecer, pero no
sabía de una dinámica la cual causo mucho impacto en mí. Alrededor de las 8 de
la mañana se nos aviso a mi junto a dos de mi compañeras de la clase en la cual
estaba, que seríamos parte de una dinámica en la que se haría un simulacro de
secuestro de nosotras tres, nuestros demás compañeros de la clase no estarían
enterados de esto. Pasaron los minutos y sentía la ansiedad de que en cualquier
momento vendrían por mí, sabía que iba a pasar eso y no podía evitar sentir
miedo. A las 8:20 vienen por nosotras tres jóvenes vestidos de negro, nos ponen
de pie de nuestro asiento,
nos colocaron unas bolsas en la cabeza que obstaculizaba nuestra visión y se
nos sacó del salón. Aún cuando reíamos, yo sentía muchos nervios y no pude
evitar pensar en qué pensaría mi mamá, mis familiares y amigos si supieran o
vieran esto que se estaba realizando, pero...¿y si no fuera un simulacro?.
Muchos pensamientos pasaban por mi mente en nuestro trayecto
a un destino desconocido por nosotros. No veíamos nada, sólo escuchábamos más
voces. Nos sentaron y sentí que tenía más personas a mi alrededor, no podía preguntar
quiénes eran porque nos gritaban que nos calláramos. Después se nos pidió que dijéramos
cada una de las personas que estábamos ahí nuestros nombres, y eran muchos. A
los segundos nos pidieron que nos quitáramos las bolsas de nuestras cabezas...y
pudimos ver. Acomodados en líneas estábamos sentados una gran cantidad de alumnos,
nos dijeron que éramos en total 43. Sabía que desaparecer a 43 personas era
algo sumamente impactante e indignante, pero verlo en esa escala, 43 personas,
un salón de clases, una generación, fue un mayor choque para mí. Se habló sobre
este aspecto y como varios de los alumnos que se encontraban ahí, no estaban
tan consciente de la magnitud de esta situación y que era en esos momentos
cuando podía apreciarlo con mayor claridad. Un alumno comentó que el no creía
que lo que se estaba haciendo con el paro activo era suficiente, que se podía
hacer más saliendo a la calle a manifestarse. Aunque esto fuera muy válido, se
defendió la idea que primeramente es moverse desde el contexto en el que
estamos diariamente inmersos, y que el lograr que la comunidad itesiana se
uniera al movimiento, o que ya no fuera indiferente a esta realidad era un buen
avance. Otros alumnos que representaban a los 43 desaparecidos expresaron su frustración
y dolor sobre los hechos que se viven en nuestro país, y se comentó respecto al
hecho que no somos ajenos ni inmunes de que a cualquiera de nosotros pueda
pasar por algo así, ya que todos somos estudiantes y todos somos mexicanos.
Hace dos meses ocurrió esta tragedia, las autoridades, el
estado no han respondido de la mejor manera, el pueblo mexicano ha alzado la
voz, ha despertado y no olvida. Se trató de que ese 26 de septiembre fuera un
hecho aislado, se trató de enterrarlo, pero no fue así, no es un hecho aislado,
es la punta del iceberg, el pueblo está cansado y enojado, y se ha ido buscando
diferentes alternativas para lograr cambios. Hay controversias en cuanto al
modo, pero lo que yo considero importante es que el pueblo no se quedó
estático, ha retomado la calles, ha alzado la voz.
Finalmente, quisiera hacer invitación al evento de
Manifestación Universitaria por la Paz para el día de hoy, 26 de noviembre, a
las 6:00 pm en la explanada de biblioteca en el cual se tomará una foto
formando la palabra PAZ con estudiantes comprometidos con ella. Pienso que una
acción que algunos pueden considerar pequeñas pueden ser una gran impulso hacia
el cambio.
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