A lo largo de las pasadas semanas hemos reflexionado
en el blog sobre la organización y estructura de la ciudad griega, nos hemos
hecho la pregunta sobre qué podría aportarnos esa forma de ser ciudad en la
actualidad. También nos hemos acercado a muchas realidades diferentes -de
nuestra ciudad, Guadalajara, o del mundo- a través de los documentales
proyectados en la exposición colectiva de organizaciones del área metropolitana
de Guadalajara “Toma la ciudad”. Por ejemplo, nos hemos montado en un camión
para contemplar, para profundizar en la dura realidad que se esconde tras el
asiento del conductor, para caer en la cuenta de la problemática del transporte
en Guadalajara -de sus causas y de sus posibles soluciones-. Y, entre otros
muchos ejemplos, hemos cruzado el océano para adentrarnos en la complejidad del
agrupamiento ciudadano tomando como ejemplo el movimiento 15-M de Madrid.
Las lecturas y los documentales nos han
ido interpelando sobre la distribución de los espacios en la ciudad, nos han
permitido soñar sobre cómo podríamos construir una sociedad más participativa,
más solidaria, más creativa y más crítica. También, en muchos, ha estado como telón
de fondo en los vídeos y lecturas, la cuestión de cómo podríamos cambiar las
injusticias de la realidad en la que vivimos, de nuestra sociedad… Hoy traemos
al blog una breve reseña en la que hablamos de una obra que representa un
pequeño grano de arena concreto y práctico en la construcción de una sociedad
más justa y mejor.
La obra a la que nos referimos es la
Ciudad de los niños del P. Cuéllar sj. Es una obra de la Compañía de Jesús que
atiende a niños de Guadalajara -de 8 a 18 años- con muy escasos recursos
económicos y en situación de máximo riesgo (algunos, en el momento de su
entrada, ya frecuentaban la calle).
Cuando la Ciudad de los niños nació, la pobreza en la que vivían algunos niños era tal que no tenían ni qué comer ni que vestir; unos huérfanos, otros vivían con familiares, pero de todas maneras el común denominador era la miseria. De ese modo el P. Cuéllar se dio a la tarea de buscarles alimento y vestido.
Cuando la Ciudad de los niños nació, la pobreza en la que vivían algunos niños era tal que no tenían ni qué comer ni que vestir; unos huérfanos, otros vivían con familiares, pero de todas maneras el común denominador era la miseria. De ese modo el P. Cuéllar se dio a la tarea de buscarles alimento y vestido.
Actualmente, su funcionamiento es similar
al de un internado, los niños entran el domingo por la tarde y se van a sus
casas el viernes. El objetivo de la institución es fomentar
oportunidades, espacios formativos y educativos que favorezcan un crecimiento
integral, humano y cristiano a niños, adolescentes y jóvenes de familias con
escasos recursos para vivir y desarrollarse y que deseen mejorar su calidad de
vida, la de su familia y de la sociedad.
En alguna de las recensiones publicadas en
el blog decíamos que, quizás hoy, era necesario tener partenones, símbolos de civismo,
que sirvieran de brújula para nuestra sociedad (a veces perdida por el ruido y
las luces de nuestras ciudades). En esa misma recensión apuntábamos a las
realidades indígenas como posibles brújulas, como horizontes para recuperar los
valores perdidos y que nos humanizan.
Hoy nuestra propuesta es fijarnos en las fronteras existenciales, en las periferias de nuestras ciudades (los cinturones de pobreza de Lima o del DF, el elefante blanco de Buenos Aires, la Cañada Real de Madrid -barrio de droga-, las favelas de Río, los inmigrantes sin papeles y tratados injusta e inhumanamente, las familias extorsionadas por los narcos, las cárceles injustas, etcétera). En estas fronteras o periferias nuestro corazón se sensibiliza, se conmueve y despierta del gran letargo del bienestar al que aspiramos inducidos por una sociedad basada en un consumo frenético. Quizás sea el momento de desplazar las plazas, las ágoras, a las fronteras existenciales, a las fronteras de la marginalidad y de la pobreza. Esas fronteras también forman parte de nuestra ciudad, también son piedra viva. Y es posible que en estas fronteras es desde donde ha de nacer un nuevo modelo de sociedad porque también son el corazón, las arterias de nuestras ciudades y nos hablan de aquello que está fallando.
En ese sentido, la ciudad de los niños, es ejemplo de querer transformar la sociedad desde las fronteras, de esperanza de que otro futuro es posible para aquellos en los que el resto de la sociedad no confía o da por perdidos.
Iván, buen recuento de lo que hemos estado tratando durante el curso, sumado a una idea muy poderosa: hacer ágoras en las periferias. Primero, dices tú, porque nuestra sensibilidad se vería afectada por lo que ahí ocurre. Pero, ¿qué pasa en la Ciudad de los Niños? ¿Qué formas de comunicación y qué contenidos de la misma encontramos en espacios como ese?
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