Este pequeño relato sobre la experiencia de montar en un camión en Guadalajara lo hago después de haber visto el documental "el hombre camión"... Un documental que nos invita, ante todo, a contemplar nuestra realidad con otros ojos...
Me monto en el
camión relajado, recién terminado el desayuno, en mi ipod voy escuchando música para comenzar el día en paz, tranquilo,… Tomo el camión a una hora
punta, un lunes a las siete de la mañana, cuando la gente va a sus trabajos, a
las escuelas,… Al montarme en el camión, ya está lleno de personas y a
medida que va avanzando por el recorrido hasta el centro se van subiendo más y
más personas… Para subir y poder hacerme un hueco en el interior hay empujones,
gente inmóvil en el pasillo que desespera, frenazos bruscos del conductor que
amenazan mi estabilidad en el piso,… Además, al poco, desisto de seguir
escuchando mi música al no poder escucharla ya que el conductor tiene la radio
del camión muy alta….
El camión está
sucio, huele mal, los asientos están saturados -no hay ni uno libre-,… Las
personas parecen ir en otro mundo, cada una a lo suyo, unas ensimismadas
mirando el horizonte, otras pendientes de su celular, otras hablando con el
hijo que seguramente llevan a la escuela,… De todas me fijo en varias personas
que parecen ir a trabajar: sus manos maltratadas seguramente por un trabajo
duro, su rostro está perdido en el horizonte quizás porque están pensando en
cosas de su trabajo o en la dureza que a veces entraña la vida o en la familia
que se ha quedado en casa o en ese bonito fin de semana que seguramente ha
pasado con sus hijos o en los que ya no están,… En esos momentos caigo en la
cuenta del misterio que entraña cada vida humana, en la historia personal e
intransferible que cada uno llevamos a la espalda… ¿Cuántas veces nos montamos
sin contemplar el espacio en el que estamos, sin considerar que en ese espacio
hay otros, con su vida, con su pasado, con su historia, con sus anhelos y
sufrimientos?
En cada parada
es la misma historia: empujones, gente que grita porque quiere salir y parece
que el conductor arranca de nuevo, cara de prisas y nervios -puede que para
llegar a la hora al trabajo-,…
También me
detengo en la figura del conductor. Cuantas maldiciones sobre él y sobre su
descendencia después de cada frenazo, después de cada puerta que impacta ante
las narices del que quiere salir a la calle,… Ahí, él, sentado, también con una
vida, seguramente con una familia, tratando de hacer más billetes para poder
cobrar un sueldo digno, frenazos y saltos de parada para dar de comer a sus
hijos, para que puedan ir a la escuela, frenazos contra un sistema injusto del
que todos los que vamos montados estamos en contra,… Pero lo que queda de este
hombre para la inmensa mayoría de los que estamos montados en el camión es que
es un desconsiderado, un brusco,… No caemos en la cuenta de la injusticia, manifestada en el documental "el hombre-camión", del sistema de transporte de Guadalajara.
Al bajarme del
camión ya en el centro de Guadalajara reflexiono sobre el hecho de cómo, por
ejemplo, la división física conductor/pasajero ha conseguido que el interés y
la lucha común -contra algo que es injusto- se dispersen y se conviertan en una
lucha por el interés personal de cada uno (del que baja y atropella al que
tiene en medio, del que se acuerda de los parientes del conductor porque le
deja en la parada, del que está estático en medio del pasillo sin que le
importe que otros quieren salir,…)
Móntame, como si fuera caballito.
ResponderEliminarSería interesante quizás, mencionar esas injusticias, o poner la dirección del video.
Andrea!! Muchas gracias. Acabo de añadir el enlace. Un saludo!
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