miércoles, 28 de agosto de 2013

¡El pensamiento anda suelto!

TÓMA-LA CIUDAD tiene un rato corriendo y nos ofrece una exposición de lo que ocurre en el espacio de lo público. El espíritu de la calle de Pablo Fernández Christlieb, es un referente de esta perspectiva de acción, dónde nos muestra un creciente reclamo colectivo en el que la sociedad civil ya no precisa del poder para manifestar su espíritu de ciudadanía. Un espíritu que yace en el aire de los espacios no privados, de los lugares construidos, de los atajos angostos y anchos, por donde transitan las personas, por donde se buscan, por donde se esconden y por donde se encuentran. La comunicación colectiva no sucede en la televisión, sino en todo lo que existe en el espacio, espacio a la intemperie que acumula y guarda realidades, donde se reúnen personas con ideas y afectos que nacen a partir del desarrollo de las ciudades.

Pablo traza una trayectoria en tanto que si cambia el espacio, cambia a su vez la comunicación: la plaza pública, lugar común de acceso libre donde se dialogaban y debatían temas de interés público. Aparecen las calles como vestigios del espacio pensante hacia un espacio más privado; las calles dejan de ser senderos hacia la plaza y se organizan para el tráfico de carruajes. Se asoman las casas, espacio doméstico donde se habla sobre la colectividad, sus habitantes miran a través de sus ventanas el espectáculo externo. Surge la casa pública: los cafés y el teatro, espacios de conversación y representación del espíritu de la sociedad en el que las diferencias de la calle no tenían cabida. La inexistencia de jerarquía social en estos espacios donde ocurría la opinión pública, da lugar al parlamento. Si bien se funda en función de la conversación parlante, la introducción de funcionarios expertos en el reino del raciocinio, provoca una ruptura en la comunicación y empieza la información, y junto con esta, la administración y organización de la sociedad y sus recursos:

La calle, tránsito de hombres, las mujeres pa’ su hogar ¡y guarden esos senos! Los cafés y tabernas, ¡prohibido hablar entre ustedes, tomen sus brebajes y a sus casas! Los teatros, ¡sólo aplausos, a sentir a sus cuartos! Y una vez todos encerrados, desnudos y borrachos, comenzaron a hacer sus viviendas habitables, se volvieron a cerrar puertas, y no para no dejar entrar a nadie, sino para no dejarlos salir. Se vive con interés lo de adentro, que afuera ha dejado de importar. Como última instancia queda el cuerpo, espacio íntimo y privado, y así sale el baño donde el individuo aislado se encuentra a sí mismo. ¡A cagar a otro lado!

Los espacios públicos y privados están en todas partes en tanto son creados, y los individuos, personas colectivas, se mueven en estos, se muestran y ocultan, y pueden ser  tantas personas quieran según el espacio vaya cambiando.


Fernández Christlieb. El Espíritu de la calle, págs. 1-48.
Fotografía tomada por Claudio Orozco. 

2 comentarios:

  1. El pensamiento anda suelto, pero corre peligro de quedarse encerrado si no tiene calles por donde circular, si se destruyen los espacios de la memoria colectiva. ¡Muy buena aportación Andrea!

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  2. Después de leer la lectura de Pablo la semana pasada, me preguntaba en qué momento de la historia nos encontramos ahora...
    Ante la crisis económica y social que vivimos a nivel mundial, ante la corrupción política (que se extiende desde Europa hasta América Latina),..., ¿dónde está el ciudadano? ¿dónde está el pensamiento alternativo? ¿dónde están las nuevas propuestas más allá de lo que nos dictan los grandes bancos? ¿en qué se ha convertido nuestro espacio "público", ese espacio que es de todos y que ha de ser un espacio de ocio pero también de reivindicación, de generar nuevos planteamientos?
    Bajo mi punto de vista, creo que el espacio público, su uso, responde a lo que la sociedad quiere y es. Si una sociedad está enfocada al consumo, a la producción, al bienestar,..., el espacio público se difumina como lugar en el que se genere pensamiento, se termina convirtiendo en algo meramente funcional, en una herramienta más al servicio del sistema...
    El pensamiento puede que ande suelto pero quizás aquello que lo bloquea, que lo paraliza, es una falta de esperanza generalizada, unos sistemas educativos que potencian más la repetición que la generación de nuevas ideas, etcétera.
    Creo que recuperar el espacio público como vía en la que circule el pensamiento es importante, pero también esto ha de venir acompañado de otros cambios (sociales, políticos, económicos, de ritmo de vida,...)

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