Psicología política: lo personal es político
Nuestra
disposición a deshacernos en relación con otros constituye la
oportunidad de llegar a ser humanos. Que otro me deshaga es una
necesidad primaria, una angustia, claro está, pero también una
oportunidad: la de ser interpelada, reclamada, atada a lo que no soy,
pero también movilizada, exhortada a actuar, interpelarme a mí misma en
otro lugar y, de ese modo, abandonar el “yo” autosuficiente considerado
como una especie de posesión.
«Lo
personal es político» es el lema con el que el movimiento feminista
situó en la agenda pública asuntos que tradicionalmente habían estado
recluidos, junto con las mujeres, en la esfera privada y doméstica. Este
lema define también la perspectiva de la psicología política, que se ocupa de comprender cómo las relaciones que acontecen en los espacios que definen los ámbitos de lo público y lo privado –que van desde la calle hasta el cuerpo, pasando por el ciberespacio—
configuran nuestras vidas y las dotan de sentido. Relaciones de poder,
de pertenencia, de colaboración, de placer, de resistencia, de
violencia…
La psicología política es también una perspectiva de acción para lograr un mundo social habitable. Para ello plantea el acto de politizar, esto
es, llevar las problemáticas que a todos nos afectan (la violencia, la
inequidad sexual, la movilidad en la ciudad, los derechos en Internet,
etc.) de lo privado lo público, de la casa a la calle, de la charla de
café a la organización social, del pensamiento individual al espíritu colectivo. Politizar implica intervenir nuestros
espacios cotidianos favoreciendo el encuentro y la comunicación
(andando la calle, tomando la plaza, transgrediendo el cuerpo,
generando redes) ahí donde los medios informativos, la política de
partidos y las corporaciones nos han saturado de mensajes repetitivos y
banales que aniquilan el pensamiento.
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