miércoles, 3 de diciembre de 2014

Micropolíticas e identidad

El pasado viernes 28 de noviembre se revisó en clase el capítulo 12 del TestoYONQUI, escrito por Beatriz Preciado. A lo largo de este capítulo ella habla de cómo la identidad (primordialmente el género) se ve atravesada por la colectividad, por lo político, pero también por los placeres e inquietudes. Todo esto expresado mediante el cuerpo, sus prácticas y sus modificaciones, que a su vez tiene repercusiones en el orden social.
La propuesta de Beatriz Preciado va dirigida hacia la manera en que los cuerpos “están configurados” por esta identidad binaria de género que desde su invención vino a generar implicaciones de desigualdad entre los cuerpos; y cómo romper con esta configuración, abandonando aquello para lo que farmacopornográficamente hemos sido programadxs. Ella habla de la apropiación del propio cuerpo como acción micropolítica, resignificándolo y modificándolo a placer propio.
La identidad y la micropolítica son conceptos  que no pueden ser separados, y es que es ahí donde por medio de la identidad y del cuerpo, la persona va haciendo prácticas que tienen lugar en lo político. Se habló en clase pues, que una de las formas en las que se llega a generar micropolíticas es identificando en nosotrxs las vulnerabilidades, las cuales nos identifican socialmente y en comunidad. Partiendo de esta vulnerabilidad, es como se pueden llevar las acciones a lo político. Un ejemplo claro es la tarea del  cuidado del otro, otorgada automáticamente al género femenino. 

Es un hecho que desde la infancia hemos sido educadas para cuidar de lxs otrxs y muchas veces es difícil reconocer las implicaciones que esto tiene. Es por ello que se propone que una vez que podamos reconocer desde lo común nuestras vulnerabilidades, es que podemos actuar.

Las mujeres quizá podemos empezar a cuestionar acerca de nuestra tarea impuesta y reproducida, pero ¿y los hombres? ¿de qué manera se ven afectados? El cuidado como acto micropolítico es una estrategia también masculina, donde pueden adentrarse en la esfera doméstica, reconociendo la vulnerabilidad de los cuerpos a los que se les otorga esta labor.  Partimos que de la idea que desde la colectividad se pueden generar acciones de justicia, más que de celebración, donde pueda existir una corresponsabilidad, verdaderas relaciones de colaboración. Sólo así es que se puede desestructurar y reconfigurar (si es que se quiere) esta organización de los cuerpos y del género  que responde a favor del sistema patriarcal-capitalista-farmacopornográfico.
No es por amor, es por higiene; no es por bondad, es por justicia.


“Abogo por la creación de una nueva práctica en que en lugar de entender la disidencia de género como patología psicológica, entienda la normalización y sus efectos como patologías políticas.” 
–Beatriz Preciado

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