lunes, 30 de septiembre de 2013

¡Ahí vienen las multitudes!



Aquí huele a masa, y no masa de tortilla, a masa de gente. Masas en las que nuestro olor se ha perdido, y olemos a la mujer de al lado, al chico de hacer rato, total olemos a todo menos a nosotros mismos, y del perfume que te rociaste, no queda nada. Así como en las manifestaciones, entre gritos y mantas, nos perdimos, y perdimos también a los con que vinimos. En el camión y en el tren, perdimos la sensibilidad en los pies, perdimos el tubo para sostenernos, pero no los necesitamos, ese montón de todos te aseguran que no te van a dejar caer y es así como entiendo las masas, y hasta te acomodas en ellas, plantas bien los pies en el suelo y miras hacia arriba, porque no hay a donde más mirar. Y si se viene un frenón de aquellos o va a dar vuelta en alguna calle, los cuerpos giran junto con él. Y si otro se quiere subir seguro que dicen: “si cabe, si cabe, súbase”, ¿y dónde queda uno? Ya no hay un uno, hay unos todos.


Las multitudes  amenazan la ilusión del desarrollo y el progreso como promesa de sociedades inteligentes. Las masas, en ese sentido, son lo contrario, son estúpidas, no tienen razón de ser y se dejan llevar por la emoción y los afectos, y una masa donde todos son iguales, segurito que levanta muchos miedos, pues en las sociedades occidentales u occidentalizadas, no podemos ser todos iguales, valer lo mismo, sino que alguien tiene que estar al mando. Y dado que aparentemente algunos saben mejor lo que les conviene a las masas que las masas mismas, resulta luego que unos pocos son los que están arriba e intentan controlar a los muchos, a esos tontos muchos que no dejan avanzar al futuro, entonces sus reformas se ven amenazas por los salvajes que les quieren tirar todo abajo. Y castigan violentamente cualquier intento de alejarse de esa línea de la modernización. Pero evidentemente cuando las circunstancias son suficientes, estallan las revueltas, y el espacio de todos, que no es todos, no es de nadie, y si es de alguien es de alguien menos de todos, se ve ocupado por todos, y a otros pocos les asusta cuando su territorio individual se ve transgredido por un montón de tontos todos. 


La psicología de las masas, o psicología social, no viene a describir esta vida colectiva, sino para comprenderla y ofrecerle algo de claridad. Su estudio prometía encontrar en esos movimientos de masas, componentes del ser humano que no estaban contenidos en ningún otro lado: al descubrir el comportamiento y surgimiento de las masas, se descubriría a su vez la mente humana y no a través de sus particularidades aisladas e independientes, sino precisamente en esa conciencia pública que se condensa en la vida cotidiana colectiva. La psicología de las masas viene cuando nace un miedo enorme de las multitudes peligrosas, como podrían ser los anarquistas o los criminales, pero más miedo había que tenerles a los miembros de otras masas, a los del parlamento, a los diputados, senadores y demás dirigentes que gobiernan a las sociedades. 


Si bien ha habido intentos de acercarse a las masas buscando un responsable del desorden, dado que no se han entendido si no es desde un pensamiento individualista. Pero tomar a alguien individual, sacarlo de la multitud para entenderla es anti-masa, la masa estrictamente se entiende en su totalidad y en su fuerza. Pero ¡cuidado!, las masas si bien son confundidas por las sociedades de las masas, que esas sí son un montón de gente sentados en sus casas pensando y haciendo las mismas cosas, creyendo que por escoger Hellmann’s en vez de McCormick son diferentes, ¡y ahí está el peine! Buscan ser diferentes teniendo más de lo mismo que los demás, y la producción en masa se volvió la empresa más exitosa de la sociedad. 


Las masas funcionan por su afectividad, es decir, su feminidad. Y es precisamente por eso que se pensaba que las masas eran inferiores y débiles, pues pensaban con el útero. En ese estricto sentido, los miedosos de las masas, como les llama Pablo, piensan con el falo, y así que mientras las mujeres histéricas se arrejuntan y quieren hacer comunidad, los hombres histéricos deben separarse, de distanciarse de toda feminidad a condición de proteger su viril individualidad. Las masas no piensan, sienten. Y a muchos la sensibilidad solo les alcanza para tenerle miedo a los que sienten.  Miedo que responde a una cultura occidental que se ha repetido un montón de veces, como con Cortés que cuando vislumbró el poder del Imperio Azteca se cagó de miedo y su estrategia fue precisamente impedir la unificación del mismo, no tuvo tiempo de reflexionar porque si lograban juntarse los “bárbaros”, se lo iban a echar. No era un asunto dialogable, con las masas no se negocia, no se sostienen a través del lenguaje, sino de pensamientos hechos imágenes. Como en los sueños. En la lógica del ser despierto las cosas ocurren en un tiempo y en un espacio, pero en la lógica del soñante estas condiciones no son condiciones de realidad. Y es igual con las masas: suceden en cualquier momento y no le avisan a nadie, pueden ocupar un portón, unas calles, una vecindad o una ciudad. No tienen horarios ni se andan con amabilidades de no despertar a los vecinos, se postran así sean las cinco de la tarde, o las cuatro de la madrugada, se pueden quedar un día o un mes, el espacio es tiempo y el tiempo es espacio. Ni la lluvia ni Dios van a venir a quitarlos, no entienden de física, de moralidad, ni de sofisticación, como en las peregrinaciones o como en re-nombrados eventos donde el o la cantante en turno continúa su acto pese al aguacero, y su público sigue brincando en charcos de, bueno, 90% agua. Y el sueño sigue, el agua no vino a despertarlos ni a llevarlos de vuelta. Los sueños tienen su propia realidad, así como las muchedumbres.


El lenguaje, pese a las limitantes palabras, es una promesa de comunicación de decirle al otro sobre el mundo que uno mira, promesa quizás incumplible. Sin embargo las masas lo cumplen sin necesidad de las palabras: la experiencia no necesita voz propia, habla por sí  misma y ahí está para quien deseé cacharla, no perdérsela, muda, afectiva, masiva y sin IVA. 

FERNÁNDEZ CHRISTLIEB, Pablo (2010) "El sueño de las multitudes"
Mecanuscrito inédito 

Fotografía tomada por Claudio Orozco.




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